Viaje al itsmo

Mark Twain es uno de esos autores que los lectores del mundo

conocen y aprecian. Lo que no muchos saben es que este nombre
fue el seudónimo de un periodista, Samuel Langhorne Clemens, quien
se dio a conocer escribiendo crónicas de viaje para diversos periódicos,
firmándolos con un apelativo que tenía que ver con un oficio marinero
con el cual soñara desde niño, cuando veía pasar frente a su casa a los
emblemáticos riverboats con sus paletas de popa navegando el Misisi
pi.
Poco después de cumplir la mayoría de edad, obtendría en Nueva
Orleans el trabajo de piloto de estas embarcaciones e iniciaría una tra
yectoria impecable, sin colisiones ni averías, lo que le granjería una
magnífca reputación, hasta que la guerra civil echara por la borda su
prominente carrera, de la que sin embargo, conservaría para la posteridad, de la labor diaria a bordo, del oficio permanente de estar sondeando
la profundidad del río en cada trayecto, la memoria de las marcaciones
que iba haciendo la tripulación a su cargo, jóvenes negros que señala
rían en su dialecto cada vez: mark one… mark twain (primera marca,
segunda marca dos brazas, o 3,6 mnetros-) a medida que la sonda indicaba la profundidad y señalara el calado suficiente para la navegación.

E
stas páginas hace parte de sus primeros
La crónica que se reúne en estas
escritos, cuando su nombre era ya reconocido, aunque sin alcanzar aún
las altas cotas de sus novelas. En diciembre de 1866 le fue encomendada
la tarea de relatary documentar el viaje por mar de costa a costa de su
país, el cual implicaba un tránsito por el istmo, surcando los bucólicos
paisajes del lago de Cocibolca o de Nicaragua, que ciento sesenta años
después permanecería inédita en español. Ya se vislumbra en estos tex
tos el autor humorístico, ácido y satírico que tan profundamente navegó
en las profundas corrientes de la sociedad, la identidad y la memoria de
su tiempo.